Hola, soy Alberto Bassi y esto es lo que hago. ¡Espero que les guste! Los quiero

viernes, 8 de junio de 2012

ALBERTO  BASSI - "NO HAGAMOS EL AMOR EN SILENCIO"

Guitarra y Teclados: Juan Cruz Roa Raffo

Bajo en " Como te Quiero": Chico Ninguno

Guitarra en "Como te Quiero": Alberto Bassi

Grabado, mezclado y masterizado por Chico Ninguno en el "Pasillo del Poder" - 2011
Todos los monólogos y canciones pertenecen a Alberto Bassi.
 

Enlace de descarga:  No Hagamos el Amor en Silencio







sábado, 5 de marzo de 2011

El pelado (texto)

A las 7 iba a venir el pelado. Salí a la puerta a esperarlo y apareció el dany, el sobrino del carnicero, me dijo metete en el zaguancito que la tengo re dura, en la escalera se la sacó y apenas se la agarré acabó, se fue, eran 7 y 10 y golpeó el pelado. Subí a su auto con la mano llena de leche.
Vamos a dar una vuelta.
No tenía muchas ganas pero sin esperar mi respuesta me abrió la puerta y ya estaba en el auto.
¿Adónde vamos a ir?
Vamos para el barrio aeropuerto, dijo, con timidez.
¿Por qué ahí?
Es tranquilo y es lindo.
Bueno, vamos.

Yo miraba las piernas del pelado dentro de su pantalón blanco, hacer los movimientos para los cambios, para frenar, tenía un par de zapatos acordonados, color marrón, me excitaba esa parte del todo, las piernas moviéndose por ahí abajo y las manos aferrando el volante cada vez que buscaba, desesperadamente, algo que decir o iniciar una conversación, le molestaba muchísimo el silencio.

Si no se la mamaba o si no me la estaba dando no lo aguantaba. No oírlo era imposible, siempre sacaría un estúpido tema de cualquier galera, rompería todos los silencios y arruinaría todo.

A veces, decía, salgo a andar en auto a las 3 de la mañana porque no puedo dormir y pienso en golpearte la puerta pero pienso que por ahí estás durmiendo… si un día de estos veo luz te toco timbre, ya sabés que soy yo, no puedo dormir, viste, tengo pensamientos feos que no me dejan descansar, en cambio si salgo a manejar es como que me libero, me siento como una pluma, me pego una ducha y me voy al laburo, ¿viste?

Por suerte, no esperaba que le respondiese, eso me dejaba distraerme a mi antojo.

El auto llegó a una especie de ruta desierta donde termina la ciudad, él seguía hablando con pasión, el hecho de no verme obligado a responderle me volvía, a pesar mío, más receptivo.

Comenzaron a aparecer los primeros pastos, de vez en cuando un camión y después nada, ni viviendas. Frenó lentamente en una calle de tierra frente a una casita de material pintada de celeste. Paramos.
Acá, dijo.
Abrió la ventanilla y me dijo:
¿Querés un vino?
¿Qué, tenés?
Sí, un tintillo nunca puede faltar.
Giró hacia el asiento de atrás y de una caja sacó una botella de vino tinto.

Ah, qué bien me siento acá, hablando con vos. Yo estaba juntado, viste. Se llamaba, bueno, se llama Laura. ¿Querés que te cuente? Éramos compañeros de trabajo, se vestía con minifalda y pantalones muy apretados, pero no era provocativa, era sencilla, era única, no me animaba a hablarle pero no hacía más que pensar en ella, un día la esperé a la salida y la invité a cenar, yo no iba nunca a comer afuera, fuimos a un lugar carísimo, tenía que dejarle una buena impresión, vivía sola con la madre, yo le dije que buscaba una pareja, nos fuimos a vivir a esa casa ¿ves?, la celeste, es mía pero desde que me dejó no pude entrar más, volvería a entrar sólo con ella, así que si querés que hagamos algo va a tener que ser acá en el auto.

Pero ¿por qué se separaron?

Yo le hacía regalos todos los días, le decía que la quería, no salíamos nunca, los domingos llenábamos una canastita de sándwiches y nos íbamos ahí al arroyito ¿ves? Lo único que necesitábamos era estar juntos. Pero un día cambió, no quería hacer nada en la cama y me di cuenta que tenía otro.

El pelado lloraba, lo acaricié, le abrí la bragueta y lo consolé. Era cabezona y siempre húmeda, se vació en un minuto. Aprovechando el orgasmo para gemir a su antojo, se sonó la nariz con el mismo trapo con el que se había limpiado abajo y siguió hablando serenamente. Evidentemente, el pelado podía gozar sólo cuando hablaba de Laura y si era posible frente a la casa donde habían vivido.

Llegó un momento en que no podía ni tocarla, la seguí y los vi, él la estaba esperando, tenía unos 22 años, se besaron y se fueron, a la noche me dijo que tenía una tía enferma a 200 kilómetros y que se iba una semana, volvió un día y me dijo la verdad, que se había enamorado de otro y que ya no podía dejarlo, juntó sus cosas y no la vi más, yo le dije que siempre la estaría esperando, por eso te traje acá, donde vengo siempre, necesitaba hablar un poco.

Mientras miraba la casa de sus recuerdos, lloraba, se le empezó a parar de nuevo, la carpa que formaba su bulto en el pantalón blanco me excitó y se la saqué, se la comí desaforadamente y después le empecé a hacer la paja, acabo gimiendo, se quedó en silencio y yo otra vez con la mano llena de leche.

Se durmió apoyado en mi hombro.

Cuando nos despertamos habían pasado 2 horas.

Vamos, dijo, y arrancó.

Durante el trayecto de ahí a mi casa no habló.

Al llegar a casa me recosté sobre un sillón, pensé que si hubiera querido retenerlo más tiempo conmigo habría bastado con preguntarle más cosas sobre Laura, sobre el restaurante, los regalos, la cara de Laura con los regalos, si le hubiese pedido que me contase todo eso seguramente estaría todavía conmigo, pero
¿para qué?


Alberto Bassi

Lo que vos tenés (texto)

No acepto que me acabes afuera, es un desperdicio, quiero todo para mí, quiero, adentro mío, lo que fabricás desde lo más hondo, producto condensado, lo mejor de Vos en un extracto denso y sublime y precioso, no puede quedar ni una gotita fuera de mí. Por eso nunca me lavo cuando te vas, aguanto, si fuese posible no me lavaría nunca más en la vida.

Ayer, cuando te fuiste, tenía que salir yo también, “hasta el lunes”, te dije. Tomé un taxi con todo lo tuyo adentro y el crepúsculo y el cansancio en mi piel me adormecían; te tenía resguardado, atesorado, mis esfínteres eran rocas, hierro, torres de Pisa, columnas Romanas, puentes Parisinos, una fortaleza recreada por mí para impedir que algo me despojara de lo TUYO que, poco a poco, se iría mezclando con mi sangre.

Pensé que, tarde o temprano, tendría que bañarme y que la ducha o el bidet se llevarían algo de tu identidad más exacta, lo pensé pero, por la ventanilla se veían verdes los campos y el río y te imaginé y te vi y preferí creer que nunca más en la vida me lavaría y lo dije en voz baja: “Aunque, un día de estos, tenga que lavarme, esta noche voy a dormirme pensando que no voy a bañarme nunca más – el taxi me siguió mimando con su zarandeo - ¡Nunca más en la vida!”


Alberto Bassi